Ciudad Blade Runner

                                                                   


 
Tokyo ... ¿Los templos Budistas? ¿El Sintoismo? ¿San Francisco Javier? ¿ El camino de los dioses? ¿La modernidad? ... Inconmensurable ciudad... ¿Asakusa...el fantasma  de Akutagawa..?  ¿Rashomon? Descanso en la belleza y dignidad de su gente...



                                                         Noriko San


Días y noches sin escribir. Fermín sentía que nada tenía para decir. Tampoco pensaba que fuera una de esas cosas, esas inhibiciones  que suelen tener los  verdaderos escritores. 

-      -   Nada para decir es nada para decir.  Un vacío. Solo eso- pensó. 

Ningúna angustia ante la hoja en blanco sino la confirmación de que su destino debía transitar otros caminos. Pero ¿cuáles? No era su mejor día para elegir destinos, por ello, cuando vio el apoyavasos que marcaba una página  de un libro sintió como un impulso hacia algo. Una escritura suya en un apoya vasos de cartón de un bar de Tokyo, más precisamente de  un bar llamado Kirin-City del que solo recordaba esa sensación de extrañeza en una ciudad tan especial: uno nunca olvida que está en Tokyo. En el posvasos Fermín había escrito en la página de adelante: 


¨ Tokyo es una ciudad Blade Runner.¨  


Pensó que lo había escrito por los rieles aéreos, los trenes atestados de gente. Hermosos e indiferentes a todo. Los veloces trenes parecían meterse dentro de los inmensos rascacielos, unos se iban otros venían. Era como si volaran.   Las luces de los carteles de neón dispuestas sin un orden producían una belleza caótica en claro contraste con una multitud silenciosa, un enjambre humano que no se tocan, que son millares y  jamás se tocan… y no hablan. Blade Runner debería significar algo por el estilo pero , sin embargo, había escrito a continuación:

-        ¨Sorprende el zoo y el oso panda… Hay algo de Noriko San en las mujeres japonesas. Algo dulce y a la vez rígido. Una timidez cultural  sublime…¨ y, más abajo, con una letra algo  ilegible estaba lo que dijo su hermano Francisco sobre el parecido de Tokyo a Sídney, Australia, ciudad que Fermín no conocía.

Luego escribió, pero no tenía idea de por qué: ¨Tokio es tiempo ¨.  


Irreal. Pasado, mucho de él. Un avasallante futuro. Difícil pensar el presente. 

Luego escribió: 

                          ¨Tokyo es Corrientes ucrónica. Tokyo no será jamás Corrientes.¨


Fermín se rio de su ocurrencia. Llamó a un amigo y le dijo:

-        -     Te acordás de mi viaje a Japón…

-        -    Sí, claro- dijo su amigo. 

-       -     Encontré un posavasos en el que escribí un montón de pavadas… 

El amigo hizo silencio como esperando que Fermín aclare  por qué lo llamaba, en realidad…

-      -      ¡Tokyo jamás será como Corrientes! Leyó la frase.

-        -     ¿Cómo?  - se rio- es al revés, ¿no?

-        -    Tal vez, pero lo que escribí es: Tokyo jamás será como Corrientes.

Luego hablaron de la situación política del país. Ambos coicidían en que las derechas, por su dominio de los medios se terminaban apoderando del sentido común. Sentido común amañado a sus intereses mezquinos que las clases medias y bajas tomaban como suyos. Fermín sentía un gusto especial por estas charlas telefónicas, que iban de la literatura, la filosofía a la política en general.


Su amigo no tenía idea sobre Blade Runner pues no había visto la película de Ridley Scott.  Fermín le explico, que mucho mejor que no la conociera pues era una comparación absurda, en la película hay desorden, adelantos técnicos pero todo es un caos… Tokyo es una inmensa ciudad, en realidad, muchas ciudades en una, pero es ordenada y limpia. No, no es  una ciudad de Blade Runner. 

-        -     Y por qué lo escribiste?

-        -    No lo sé. Tal vez porque  todo es tan diferente… los trenes van por abajo pero tambièn por vías aéreas que se meten entre los edificios. No sé por qué y cuando busqué la explicación hablaba de su zoológico, del oso panda y de sus mujeres. Eso es cierto, esa timidez en sus formas me recordaron a Noriko San el personaje de Historias de Tokyo de Yasugiro Ozu, el director japonés.  

-        -    Solo Noriko se llama, en realidad- explicó Fermín- el San no es el apellido sino una formula de estilo señorial. Algo así como un reconocimiento a su dignidad. 

-        -    ¿Y qué tiene que ver con la ciudad…?

-        -    Es que todo se mezcla. Es la única explicación que encuentro. Quizás porque en esa timidez de sus rostros yo vea los rostros de esas chicas de nuestro campo que venían a trabajar  a la ciudad. Esa belleza que brinda esa especie de sometimiento de generación tras generación, existencias que no le piden nada a la vida.

Fermín luego de despedirse de su amigo se quedó pensando que esas chicas de Corrientes que venían a vivir a las familias de la ciudad. Solo traían a cuestas, como único patrimonio, sus pocas pertenencias en una valija de cartón recubierta con cuerina pegada y ajustada con tachas de metal. También traían su inocencia y el silencioso desgarro de tener que dejar su familia tempranamente. La suya, la de Fermín, era una sociedad hipócrita - tal vez como todas las sociedades -  ya que por un lado rendían culto a la familia cristiana como lo màs importante y por otro lado construían ( o eran cómplices de su construcción) un mundo tan desigual que la mayoría de las familias de la campiña no podían sostener económicamente a su propia familia. Sus pequeñas hijas  (a veces también sus hijos varones) eran cedidas a las familias de la ciudad. Las clásicas muchachitas del servicio doméstico traían en su rostro los rasgos de la opresión, el sufrimiento, el desgarro, la nostalgia... Sus rostros reflejaban una timidez resignada que, por más injusta que sea, les daba una belleza digna...la belleza de lo no/contaminado. Parecido- pensó-  al recato orgulloso que se veía en los rostros de las mujeres japonesas. En cierto sentido, se asemejaban el orgullo milenario de las mujeres del Imperio del Sol con la resignación de nuestras chicas, en el patio trasero  del nuevo mundo. 


Leyó la parte de atrás del posavasos:  ¨El Palacio imperial ¡Cerrado! Entramos al museo de arte moderno de Tokyo.” 

Recordó una extraña sensación. Belleza. Algo de la tristeza  de los museos. La belleza domesticada colgada en las paredes. Un silencio atroz.  


Los museos son silenciosos y tristes como los hoteles de cinco estrellas y los japoneses parecen flotar, ingrávidos y como ausentes en sus pasillos.  El silencio y la belleza de los cuadros todos juntos son una versión del infierno, pensó. Por fortuna, un grupo de jóvenes coreanos irrumpen en la sala haciendo un bullicio fenomenal. No es fácil diferenciarlos por su fisonomía para un occidental pero ese parloteo bullicioso solo puede ser de chinos o coreanos jamás de japoneses. 


¨ Encontré a Foujita.¨  Es lo último que escribió.  


Fermín se alegró de encontrar el posavasos con esta escritura suya tan lejana y desordenada aunque solo había pasado apenas un año y pico de aquel viaje. 

No lo escribió en el posavasos pero recordó con claridad la alegría que le dío encontrar el sector de cuadros de  Tsugaru Foujita ya que un dibujo del célebre pintor japonés, uno de sus famosos dibujos de gatos, se encontraba en el museo Juan Ramón Vidal de la ciudad de Corrientes y había toda una historia en torno a ese dibujo.  En otro instructivo Fermín se decidió a escribir sobre los avatares de la historia del gato de Foujita en Corrientes.





Posavasos del bar Kirin City- Tokyo- Japón  


Comentarios

  1. Maravilloso relato.
    Maravilloso relato.
    Maravilloso relato.

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    1. Muchas gracias... el primer comentario del blog y es positivo... !!

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  2. Qué hermoso relato. Pero para agregar referencias me recordó a las situaciones de cocinero de medianoche que son pequeñas historias en medio de una ciudad compleja y en algún punto entrañable, como deben ser todas las ciudades grandes. No conozco Tokyo y apenas Corrientes. Muchas gracias x compartir un texto tan libre.

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