Only this and nothing more!

 

Only this and nothing more!

 

Prólogo

 

El revés de la trama, lo que no se dice, lo que se oculta, lo que se soslaya. Lo que pensamos que somos, lo que decimos que somos. Soberanos de reinos pequeños, inconfesados.  Ignaros e inacabados. Seres  con desesperadas pretensiones de esencias eternas, conscientes e inmutables. Cucharitas de papel para revolver el café, paletas de ventilador de pie que giran sin cesar… un paraguas sin desplegarse. Una  brisa  diáfana  y extraviada que mueve un pequeño velamen que inclina el estante donde las bolitas de metal se precipitan. Giran, giran, giran… o caen, caen, caen… Juegos de infancia. La belleza de lo inútil. Lo absoluto de la belleza. Lo siniestro de la muerte. Un prologo reduplica el texto o lee en sus intersticios. Prólogo de los intersticios en los que se vislumbra al ser… ¿ser correntino, tal vez? Condenados de la tierra, idénticos a sí mismos. Delicada fiereza en tierras del terror delicado ¿la felicidad de los esclavos? La valentía para morir. Los caminos de la cobardía… la cobardía existencial…

 

Only this… and nothing more! 

Un recuerdo,  aquí, en el libro que intento prologar, se propaga, se expande,  se extravía en senderos de paraísos perdidos o infiernos temidos que confluyen hacia  una sensibilidad tal vez oxidada, estática, incapaz de todo pero a su vez  ávida de sensaciones. Inquietante calma que precede a la tempestad. Ese instante antes de la libertad, de cadenas y cautiverios que se rompen. La sensibilidad del lector a la que se espera llegar. El lector se mueve, se resiste, se vuelca, se retuerce o se petrifica, impermeable a todo o se hace esponja que se estruja y seca. Lectores porosos…a los que como decía Gombrowizc todo los atraviesa y en los que no queda nada. O, tal vez, sí. El escritor insiste: recuerdos que se trasforman en escritura.  Recuerdos  y vivencias intransferibles se transfieren… se escriben. Un viejo temor, una gozada obsesión, una imagen que aterroriza, cosas vistas, cosas  oídas, cosas leídas, cosas que no admiten artefactos  cobran fuerza, se envalentonan… se escriben. 

Only this… and nothing more!

Pasaje o tránsito  inadvertido, casi secreto.  José Chaín es un cultor de la tradición oral, de la exquisita y delicada experiencia de lo oral,  y este libro, un pasaje. Que no sólo le concierne a él mismo sino al lugar desde donde lo escribe. El pasaje a la escritura implica una transformación hacia un universal propio de las ciudades, si por ciudades entendemos la diversidad, la diversidad de pasiones, intereses y relatos. En las inclemencias de la ciudad en la que no todos nos conocemos. En la que no todo es vigilia la de los ojos abiertos ni todo es sueño la de los ojos cerrados. 

Escribir es también una decisión. Una decisión ética. No hay inocencia alguna en apropiarse de la experiencia  compartida, de operar transformaciones y conjuros. La ética de una decisión  que intenta   reflejar ese mundo inasible. ¿Cómo transferir las vivencias de un niño en un cuarto de Santa Lucía frente a la colección Mi libro Encantado? Quizás, toda memoria que se piense colectiva sea totalitaria. Ella se establece en un colectivo en el que no tienen lugar los  niños encantados. Pero, más allá de una colección de cuentos… ¿de qué se trata el libro que intento prologar? ¿Acaso de la expiación de crímenes? ¿Acaso se trata de un libro que trata de advertir  sobre lo inconveniente de que los niños vean imágenes como la del martirio de Juana de Arco? O ¿del Judas ahorcado? ¿Acaso sea un auto de fe voluntario que intente revocar  la complicidad en el asesinato del  eterno femenino? ¿Crimen, castigo? ¿Expiación en la escritura? ¿Un relato de qué? ¿De lo indecible?  ¿De las ciegas marcas de la infancia? ¿Un secreto en existencia paradojal?  ¿Fantasmas infantiles  que  se exorcizan?  

Insiste en mí una síntesis, una interpretación: la escritura  nos salva…  nos hace héroes,  santos o villanos. En cualquier versión nos salva de lo discreto y pequeño de nuestras vidas. Una transmutación de esencias, de lugares, de cosas, de afectos.  De allá lejos y hace tiempo a la realización de un relato hic et nunc, de aquí y ahora, que a la vez que recrea aquel mundo perdido que se resiste a morir lo deja  de lado.  Apacibles  planicies custodiadas por soles vigorosos y crueles, nuestros soles vigorosos y crueles, un cuarto de infancia, ríos, lagunas y esteros agrestes , un patio, una biblioteca, la ciudad,  la voces de los que ya no están, las historias perdidas . En sentido riguroso si no existiera este libro, si no hubiera una decisión ética de inmortalizarlos ellos desaparecerían de la  faz de la tierra. Allí también se inscribe la dimensión ética de la escritura. He pensado, no pocas veces,  que el acto de escribir tal vez esconda una soterrada soberbia propia de  dioses menores. Crear un mundo a su medida. Agigantar el espacio de la infancia darle contornos de eternidad a recuerdos propios,  a vivencias ajenas o  la evocación de escenas literarias. Ontología extraña,  la gracia de la verdad  lacaniana: verdad con  estructura de ficción.

En el origen, una avalancha de palabras que nacen en Santa Lucía, robadas de algún libro y que se vuelven parte bien parte de quien las hace suyas. Unas se olvidan, otras insisten.  Lo real   atravesado por un simbólico del que no podemos escapar.  ¿Y si escapáramos? Bienaventurados  los que escapan, diría Vallejo. Si escapáramos seríamos rio, tal vez llanura o cuervos… una lagartija en el camino… tal vez nada.   Las palabras crean a quien las escribe,  son artífices de lo que somos o dejamos de ser… 

Only this… and nothing more!

José Chaín es mi amigo, además de ser un médico y psicoanalista de larga trayectoria en la ciudad de Corrientes. La amistad no impugna, eso creo, la posibilidad de decir de las virtudes de este libro.  Detecto en sus páginas, en sus relatos, a  la vida como un enjambre de complejidad. Una mixtura entre vivencias y lecturas. Lo cruel y criminal dulcificado por el estilo. Niños muertos en siniestras batallas, culpas que se expresan en sueños, polémicas extrañas, lo inverosímil  hecho realidad.  La puesta en acto de la verdad histórica.  El principio de identidad, la condena de ser idénticos a nosotros  mismos. Nuestras adoradas esencias devenidas ruinas exquisitas. Presento a  este libro como una escritura que salva aunque no se sepa a quién.  Lo prologo como una escritura que demuestra en acto el vuelo de la imaginación y la palabra. Si el libro golpea o acaricia al lector lo hará en el artificio dehistorias bien contadas, divertidas  pero que, eso espero, en efecto de retroversión  contribuya  a la formación de una ciudad de lectores.


 


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