De Girala y las Mariposas
De Girala y las Mariposas…
Verano de 2018 - Bariloche - Argentina
Busco un café al lado del lago Nahuel Huapi. Lo encuentro en un hotel cuyo café da al lago. Aunque es verano el día es ventoso y frío, muy frío, para un tipo del Norte como yo. El paisaje es imponente y, por supuesto, excede mi capacidad de descripción. El legendario lago, rodeado de cerros y altas montañas, alguna de ellas nevadas en sus picos muy cerca de las nubes, tiene ese tipo de belleza que inspira recogimiento y en alguna parte de mi espíritu, algo de tristeza. Algo del más allá. Una belleza que nos arroja a nuestra pequeñez.
Elijo una mesa que en vez de sillas tiene pequeños sillones a su alrededor. El lugar es tan señorial y distinguido que me intimida. Al sentarme, constato que los sillones de cuero son muy cómodos, pero me dejan muy por debajo de la mesa en la que pensaba escribir. Me siento en el borde del sillón y aunque incómodo puedo usar la mesa de mármol como un escritorio. Abro mi libreta Moleskine, las de tapa de cuero, famosas por ser idénticas a las que usaba Hemingway pero que para mí tenía un valor especial ya que era un regalo mi hermano Francisco. Estaba usada con una sola anotación:
¨Lunes 10 de septiembre 2012. Leyendo El Porvenir es largo de Althusser. Por ahora la introducción.
Martes 11 de septiembre.
Hay que leer a Montaigne.
Hay que leer a Montaigne.¨
Eso todo lo que escribió antes de que me la obsequie. En la segunda página ya hay anotaciones mías, desordenadas, desprolijas y en ese desorden algo que no entiendo demasiado:
1- Alma la que viene con el nacimiento (la que queda cuando se duerme)
2- Alma que viene con la familia y el entorno.
3- Rito del nombre. Danza de los guaraníes.
Tierra sin mal
Yuy Mara´ey
Recuerdo el lugar, la mesa de café, la mañana en que anoté aquello. Aquel día Gírala Yampey explicaba y yo tomaba estas notas. El viejo luchador por la reivindicación de la cultura guaraní decía que los guaraníes tenían tres tipos de alma. Recuerdo los gestos de Girala, en especial a su mano con la que me indicaba en su cuerpo el lugar en el que cada alma se alojaba. No recuerdo con certeza a cuál pertenecía cada una de esas almas. Sí recuerdo que yo le comenté que para el psicoanálisis tampoco el sujeto era un ser indivisible sino dividido. Qué Lacan llevó al paroxismo esta idea con su idea del sujeto dividido. Qué Freud dividió en tres al venerable yo, el yo a secas, el superyó y el ideal del yo. Que la psique, el alma… bueno, esos temas que me apasionan. En el café las jerarquías académicas no existen, los saberes dichos en la mesa de café, por más eruditos que estos sean, son coloquiales, dichos al pasar, descontracturados, por lo que tomar nota no era común. Yo casi nunca hablaba de psicoanálisis en el café, pero sí con Girala, quizás, porque el psicoanálisis le recordaba a Nassim, el hermano que había sido un reconocido médico y psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina en Buenos Aires.
Gírala hablaba con lentitud y hasta pausadamente e indicaba el lugar propio de cada alma en el cuerpo. Creo, pero esto ya es un recuerdo muy borroso, que la primera, el alma que viene cuando se nace, la que queda cuando se duerme, la ubicó en la cabeza. A la segunda alrededor de la boca y a la tercera a la altura del corazón. Pero quizás lo falseo, la memoria es así, al menos la mía, una gran fabuladora convencida de que no lo es. Quizás las almas no tenían esos tres lugares como sí lo tenía el saludo propio del islam, que sí señala esos tres lugares bien diferentes tal como Gírala me los explicó alguna vez. Pero era el número tres el que me llevaba directamente a la triple identidad de Gírala.
- Eres imbatible, - le decía yo, bromeando - si se te ataca como argentino te defiendes como paraguayo - pues había nacido allí-; si se te ataca como paraguayo te defiendes como argentino.
- Más de cuarenta años he vivido en la Argentina- decía él, riendo.
Yo insistía. Me divertía sacar de Girala esas vetas de guerrero no siempre visibles a simple vista. Porque detrás de su apariencia apacible y serena vivía un guerrero de muchas batallas, políticas, culturales…
- Además, si se te ataca como argentino o paraguayo te defiendes como libanés.
Esas tres identidades estaban en Girala.
Con Darwy Berti, su amigo y maestro en escritura, solíamos discutir delante de él sobre cuál de todas esas identidades era la más auténtica.
Según Darwy, indudablemente Girala era ante todo árabe, ante todo un árabe del Libano. Para mí, quizás por influencia del psicoanálisis, Girala era, sin dudas y con certeza, paraguayo ya que su lengua materna era del Paraguay. Es el monolingüismo del Otro, decía yo, imitando a Derrida, el que define su ser más íntimo.
Gírala reía como quien se ríe de las ocurrencias de las criaturas.
Darwy conociendo su gran labor como presidente de la sociedad libanesa en Corrientes, sus luchas por la dignidad del pueblo palestino, no admitía mi posición.
Girala reía. Y solo decía, como divertido: soy todo eso, soy todo eso.
- Vamos a pedir su extradición definitiva al Paraguay. Decía yo.
Mi idea era pedir una expulsión definitiva que despertaría una gran reacción en su defensa.
- No está mal- decía Marcelo Fernández, que en la mesa se caracterizaba por apaciguar los ánimos – es verdad que se provocaría un revuelo. Pero a santo de qué haríamos ese lío…
- Es que así se mueve el mundo. – Dije – solicitada de expulsión de Girala ¡ya! . prohibición de todos sus libros. La respuesta va ser inmediata, miles de personas buscando sus libros…
Girala reía. Le divertía que se pergeñara un ataque contra él como estrategia de marketing.
Pero el misterio de su ser más íntimo persiste. ¿Acaso el alma de Girala era Guaranítica? ¿Acaso detrás de todos los ropajes de occidente no se escondía su esencia guaraní? Y si así fuera, ¿cuál de las tres almas sería la suya? Quisiera saber cuál persiste entre nosotros, pero el único que podría responder era él mismo y ya no está para decirnos.
Si su alma es la que queda aun cuando se duerme, quizás solo se ha extraviado.
El cuento La niña de los olores nos da una clave para buscarlo en los lugares en los que ya no está. Buscar su rastro, el rumor de su presencia, el esbozo de su sombra. Trasformar su muerte en juego infantil. Presencia /ausencia. Fort/Da ¡¿No está?! No, no está… ¡Acá está!... Koreko/ guá… Koreko/guá. No lo sé. Ni siquiera sé, si Girala me dijo que la primer alma, la que viene con el nacimiento persiste cuando se duerme o que ella también duerme o se esconde. No lo sé.
Elena Zelada de Fiorio, quien sino ella, me escribió una carta en la que me cuenta que la ciudad de Corrientes en el tiempo de la partida, de la partida de Girala, se llenó de mariposas blancas. Ellas, las mariposas blancas, estaban por todas partes, en la costanera, en los parques, en las calles, en los jardines de las casas. Yo, en ese tiempo de su muerte, también las vi en el Sur pero no sospeché su misión. Era raro, decididamente muy raro. Estos pequeños bichitos teñían el paisaje de blancos presagios, milagrosos presagios. ¿Es que acaso no somos seres literarios?
- Vinieron a llevarse a Girala- me escribió Elenita.
- Sin dudas- le contesté. Pude imaginar, yo también, que, en Bariloche, en este Sur del poeta Ariel Asuad, de este Sur salvaje, donde se dan la mano bellezas y miserias, las mariposas también buscaron lo que había de Girala en mi sentimiento.
Más tarde se lo comenté a Darwy Berti. Él me dijo que, junto a Alcides, nuestro querido anfitrión del Mariscal, armaron una mesa con todos los libros de Girala. Yo pensé qué tal vez su alma ande nomás por ahí, en su escritura, aunque el universo guaraní no haya tenido una escritura propia.
En el prólogo que alguna vez escribí para un libro de Girala dije que él, nuestro Girala, tenía alma y experiencia de escritor. Que era muchas cosas pero que, a la oración, sería recordado en esa escritura suya de reivindicación de la lengua guaraní, de la dignidad de los pueblos oprimidos y como bien lo dijo alguien de esa correntinidad hecha de mixtura, de mezcolanza, que Girala Yampey no cesaba de elogiar.
acompañaron la partida de Girala Yampey
Diario Norte de Corrientes -
Enero de 2019
Fue una casualidad, o tal vez no, pero entre el miércoles 24 y el jueves 25 de enero del año pasado Corrientes vivió con mucha sorpresa, regocijo, alborozo y gran deleite, una invasión de mariposas blancas. Durante esos dos días, revolotearon en gran parte de esta capital en un viaje migratorio hacia el Sur, en un espectáculo muy pocas veces visto. En esa fecha los correntinos nos enterábamos de la triste noticia de la muerte del escritor Girala Yampey. Quien hizo la asociación de que las mariposas acompañaron su alma hacia la Tierra Sin Mal (el Paraíso para los guaraníes) fue la escritora Elena Zelada de Fiorio, en un mail enviado al médico y psicoanalista Fernando Abelenda, comunicándolo de la triste partida. Durante un homenaje realizado en el café El Mariscal, el 11 de junio de 2018, a propósito de la fecha del cumpleaños Nº 95 de Yampey, Abelenda compartió esa anécdota. En ese entonces manifestó a los presentes, entre los que se encontraban familiares, amigos e integrantes de la mesa de Los Dinosaurios: Elena Zelada de Fiorio, quien sino ella, me escribió una carta en la que me cuenta que la ciudad de Corrientes, en el tiempo de la partida de Girala, se llenó de mariposas blancas. Ellas, las mariposas blancas, estaban por todas partes, en la costanera, en los parques, en las calles, en los jardines de las casas. Yo en ese tiempo de su partida -sostuvo Abelenda- también las vi en el Sur, pero no sospeché su misión. Era raro, decididamente muy raro. Esto pequeños bichitos teñían el paisaje de blancos presagios, milagrosos presagios. ¿Es que acaso no somos seres literarios? Vinieron a llevarse a Girala- me escribió Elenita. Sin dudas- le contesté. Pude imaginar, yo también, que en Bariloche, en este Sur del poeta Ariel Asuad, de este Sur salvaje, donde se dan la mano bellezas y miserias, las mariposas también buscaron lo que había de Girala en mí. Más tarde se lo comenté a Darwy Berti. Él me dijo que junto a Alcides, nuestro querido anfitrión de El Mariscal, armaron una mesa con todos los libros de Girala. Yo pensé que tal vez su alma ande nomás por ahí, en su escritura, aunque el universo guaraní no haya tenido una escritura propia. En el prólogo que alguna vez escribí para un libro de Girala, dije que él, nuestro Girala, tenía alma y experiencia de escritor. Que era muchas cosas, pero a la oración, sería recordado en esa escritura suya de reivindicación de la lengua guaraní, de la dignidad de los pueblos oprimidos y, como bien lo dijo alguien de esa correntinidad hecha de mixtura, hecha de mezcolanzas que Girala Yampey no cesaba de elogiar. Hace un año de su partida, pero él sigue presente, vivo a través de sus libros, de todo el conocimiento sobre la cultura guaraní que investigó y compartió. Su fotografía, a un lado de la mesa de Los Dinosaurios en El Mariscal, junto a otros miembros de este grupo de decanos de las letras ya fallecidos, habla de su presencia incorpórea, permanente, de su legado y de su recuerdo. Girala sigue allí y hoy es una buena ocasión para recordarlo.
Mariela Mioni
Excelente lo escrito.. mi amigo y paisano..felicitaciones. Dr Daniel Carauni
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