Las dos madres...
Luego puse el afiche de La segunda madre una película brasileña de Anna Muylaert muy buena. Aborda la relación de una mujer abnegada que trabaja en una casa de gente adinerada. Ella tiene una relación de madre con un muchacho de esa familia. No voy a contar el argumento pero creo que se puede ver esta película en línea con La Ciénaga de Lucrecia Martel (para mí su mejor película), con la extraordinaria Roma de Cuarón y hasta con Lazzaro Felice de Alice Rohrwacher. Relaciones humanas con aires feudales tratadas con mucho cariño. Sin dejar de criticar la situación social, ninguno de estos directores elude la afectividad que está en juego en aquella relación, que como en mi caso con Santa, me marcó de por vida. Y en algún sentido me salvó. Yo cuando vi La Segunda Madre no pude, en ningún momento dejar de pensar en Santa, en lo que significó para mi vida aquella mujer. Un poco bromeando dije que La Segunda Madre era una reescritura de Gritos y Susurros solo que con la alegría genuina que parece ser patrimonio existencial del pueblo brasileño.
Cuando Santa se murió...
Luego de varios días de agonía, nuestra Santa, se murió, ya era una mujer grande. Clara, mi hermana mayor, con lágrimas en los ojos, me dijo: vamos a velarla en la casa familiar. En la casa de la calle Catamarca 1128 donde ella vivió con nosotros la mayor parte de su vida. Yo le dije que no, que a mí también me hubiera encantado despedirla allí, pero ella, Santa, Santuli, como le decían nuestros hijos, tenía su familia de sangre y esa familia se iba a sentir en una casa extraña. No era justo. Mi hermana aceptó mi idea. La velamos en una sala mortuoria que está en la calle San Juan, un lugar frío pero neutral. Allí estábamos mis hermanos y yo junto a su numerosa familia de sangre. Santa tenía 18 hermanos. Igual, no lo pudimos evitar, mis hermanos y yo, la lloramos como solo se llora a una madre muerta. Santa era uno de esos seres que no le piden nada a la vida... al menos eso transmitía. Por mi parte, nunca pude evitar acongojarme al ver a mis hermanas llorar. Aquel día ellas no solo la lloraron sino que le pusieron unos escarpines de lana en los pies de Santa, como si ellos, los escarpines, fueran un antídoto a la frialdad de la muerte. O una manera de expresar cuánto la queríamos. También supongo que había en el gesto, algo de culpa, ante tanto amor desinteresado.
Mientras escribo dudo de la autenticidad de este recuerdo de los escarpines ya que por momento los recuerdo azules y al rato rosados. Eran de lana tejida, de eso estoy seguro. No sé, tal vez aquellos escarpines se los hayan puesto a mi madre cuando murió, no lo sé. Todo se vuelve brumoso, confuso y triste en el recuerdo.
Francisco, mi hermano menor, no había podido venir de Buenos Aires donde vive desde hace varios años, por lo que en el momento previo a cerrar el ataud, momento siempre muy impresionante, abrí una llamada telefónica con él... por lo que creo, que a la distancia él también pudo participar y despedirse. Nunca le pregunté qué sintió.
En algún sentido, nosotros actuamos como aquella familia de Cortázar en Conducta en los Velorios, ya que aunque sin cálculo previo, y con un sentimiento genuino de desamparo nos apoderamos de la ceremonia del adiós pasando por encima de los lazos de sangre. No me jacto de ello, sólo cuento lo que sucedió.
Inexplicablemente desamparados...
Muchas veces he pensado que mis hermanos y yo somos seres desamparados como si fuéramos una mezcla de desamparo y carencia afectiva. No lo sé, tal vez, el desamparo y la carencia sean parte de la condición de todos los seres humanos criados cuando los niños no tenían la importancia que se les da en la actualidad. No lo sé. Tampoco reniego de aquello.
Uno nunca se olvida de su madre y yo tuve dos. Marta Beatriz Miranda, mi madre biológica y, justamente,Santa Godoy, que también fue mi madre. Dicen que tener dos madres hace estragos en la subjetividad de los varones, que se produce un conflicto identificatorio tremendo o algo así, una dualidad que perdura a lo largo de toda la vida... Tal vez sea cierto, no lo sé, lo que sí sé es que siento un inmenso agradecimiento a las dos. Una mezcla de admiración y afecto. Hoy es el día de la madre, no tengo idea del por qué, ni me interesa, pero me dejo llevar y pienso en ellas... pienso en mis dos madres.
Hoy fui a ver sus tumbas. La de mi madre está un un lugar cercano, al lado del Río Paraná. Allí yacen todos los muertos de mi familia. No todos, claro, pero sí están mi padre, mis abuelos maternos y mi tía Chiquitín, hermana de mamá, con Pedro de la Vega, su esposo. También está mi tía Manuelita, hermana de mi padre. Son pequeñas placas de bronce incrustadas en la tierra con sus nombres.
Cuando murió mi padre lo enterramos en el viejo y solemne Cementerio San Juan Bautista en el panteón de mi familia paterna pero cuando mi madre empezó a vislumbrar su propia muerte, nos pidió que lo trasladásemos al nuevo cementerio, al que yo llamo el Cementerio Verde que es bellísimo. En el viejo cementerio, muy bello a su manera, el verde invade como un intruso sobre el color gris de los panteones. Ese avance irreverente y desordenado del verde de la naturaleza le da un encanto especial. Pero lo cierto es que mi madre evadió ese lugar por el cementerio verde donde casi nada hace pensar en la muerte.
Santa Godoy por pedido de sus familiares está en el cementerio Parque del Recuerdo en el camino a Santa Ana, también es un cementerio verde. Está lejos del centro pero hoy fui a verla. Sin creer demasiado en esas cosas, le puse unas flores. Creo que la saludé cuando encontré la placa de bronce que indica el lugar donde están sus restos mortales. Sí, la saludé con un simple ¨ hola Santa ¨ que no quería decir nada o sí. Observé que una mujer a unos 30 metros, en otra tumba, sentada sobre el pasto, conversaba con la tierra, como yo. No me quedé sino el tiempo de decir ¨ el hola ¨ y poner las flores en unos recipientes con agua, luego me marché.
Era un día de un calor sofocante pero sólo me di cuenta cuando entré a mi automóvil.
Una versión de madre...
"Mi madre era por naturaleza impulsiva/ ingenua/ caprichosa/ de cultura mas bien mundana/ anárquica/ miedosa/ glototna/ amante de la comodidad... Se imaginaba que era: razonable/ Lúcida/ disciplinada/ intelectual / organizada /valiente / frugal/ heroica incluso... (...) Ese absurdo se convirtió más tarde en uno de los elementos más importantes de mi arte" -
Witold Gombrowicz- Testamento
Fernando que hermoso lo que escribiste y que bien retrataste nuestra relación con nuestras dos madres, porque Santa también fue mía, me hiciste emocionar no te imaginás cuanto.!!!
ResponderEliminarTe confirmo, que si le pusimos con Teresa unos hermosos escarpines rosa, tal vez para protegerla y evitar un poco más el frío que comenzaba a invadirla. Se te escapó contar que cuando la iban a llevar me llamó Francisco y atiné ponerle el teléfono en el oído de Santa, para que su hijo querido pueda decirle todo lo que seguramente nunca le dijo.
Me llenaste de recuerdos .... y de cuanto la quería. También me hiciste pensar en la culpa, que me producía y produce este amor, con nuestra madre Marta, siempre me intrigó si sentiría celos, creo que sí, pero no perdamos de vista que ella lo hizo posible, lo permitió.
Gracias Fer y fantástico que tengas el blog!! Felicitaciones.
Clara tu hermana la mayor!!!!