Siete Cajas




Siete Cajas es ya la película más taquillera de la historia del Paraguay. No siempre un éxito comercial se corresponde con una buena propuesta pero en el caso de Siete Cajas hay una correlación exacta entre la calidad del film y la respuesta del público. En primer lugar, tiene una calidad técnica muy buena sin que se vea detrás un gran presupuesto. Si hay que clasificar el género de Siete Cajas, sin dudas, es un thriler, una película de acción y suspenso que no desentona con las mejores películas del género. Siete Cajas del principio al fin atrapa al espectador.  Su fuerza argumental, sin embargo, según mi punto de vista, no se encuentra en lo que la película tiene de suspenso y acción. Tuve la impresión de que toda la trama sólo era una excusa de otro tema. Un tema que los directores Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori, ya no como directores de cine comercial sino como cine de autor quisieron expresar. Toda la trama, absolutamente toda, la rica, divertida y atrapante trama, gira en torno al deseo de Victor, el protagonista principal (Celso Franco). Es lo que para mí hace inolvidable a esta propuesta. Alfred Hitchcock había inventado una expresión, Mc Guffin,  para definir a un recurso esencial de su cine. Una vez alguien le preguntó qué era un Mc Guffin. El lo explicó así: ¿Van dos hombres en un tren y uno de ellos le dice al otro “qué es ese paquete que hay en el maletero que tiene sobre su cabeza?” El otro le contesta: “Ah eso es un McGuffin” El primero insiste: “¿Qué es un Mc Guffin?”, y su compañero de viaje le responde “un Mc Guffin es un aparato para cazar leones en los Adirondacks” “Pero si en los Adirondacks no hay leones” le espeta el primer hombre. “Ah, entonces, eso de ahí no es un Mc Guffin” responde el otro. Lo que se interpreta de la idea del maestro del cine es que un Mac Guffin es lo que permite la secuencia del guión en el tren, lo que mantiene la atención del espectador, permite que la trama siga, pero en sí, no tiene ninguna importancia. En Siete Cajas todo gira en torno al traslado de las cajas pero eso, a mi modo de ver, no reviste lo más importante del film. Lo importante en el genial guión de Juan Carlos Maneglia y Tito Chamorro, para mí, es la zaga del protagonista en torno a su deseo, un deseo que se inicia en la fascinación de una imagen reflejada en un monitor de televisión.  

Tal vez, toda creación artística tenga en su fin último promover que alguien se sienta autorizado a crear. Un buen libro, por ejemplo, más allá de su trama incita a otro a escribir el suyo, tal vez, hasta en el mismo acto de leer ya se esté escribiendo ese otro libro que ya no es de los autores sino del lector. En Siete Cajas ese “oscuro objeto del deseo” como diría Luis Buñuel se manifiesta con cierta ambigüedad entre el celular, simple objeto tecnológico y la imagen que él puede filmar. De hecho, lo heroico de esos chicos del Pettirossi (como le llamamos los argentinos al Mercado 4 donde se desarrolla la trama) lo heroico tanto del joven como de la chica tiene su desenlace en donde ellos son capturados por una cámara, imágenes que los muestran en la televisión. Lo que me gustó, lo que me encantó, lo que me emocionó de Siete Cajas es el deseo decidido de ese chico ante las imágenes cinematográficas. El personaje como una imagen especular de todos nosotros, como un cinéfilo en estado puro, antes de cualquier sofisticación o erudición…sólo fascinación por el mundo del cine… por la imagen, por la ficción… por la certeza de que cualquier trama, la peor de todas, es más rica, más todo, que la realidad de nuestras propias vidas. El chico es capaz de darlo   todo por su sueño, allí radica lo atractivo de su personaje y el de su partenaire (Lali González), esa chica encantadora que lo acompaña hasta las últimas consecuencias. Hay, según creo, una apuesta de los realizadores a filmar. Filmar con alto o bajo presupuesto, con la más sofisticada tecnología o desde la cámara de un celular… y toda la trama de la película está al servicio de demostrarlo. Siete Cajas es ante todo amor al cine.

La película tiene condimentos universales, la trama de suspenso/acción, la excelente fotografía de Richard Careaga, cada una de las actuaciones que explican su llegada a un público no local y a su éxito de taquilla, pero mantiene, además, una mirada costumbrista entrañable, que nos toca muy de cerca a quienes también habitamos en esa gran mezcla civilizatoria de las dos lenguas: el castellano y el guaraní. 

 

La puesta en abismo (mise en abyme) en las imágenes televisivas finales que reduplican la trama, cierran Siete Cajas como un pequeño y extraordinario “The end” y al mismo tiempo la abren hacia el sueño infinito de la creación cinéfila.








 


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